Por qué escribir sobre arte

Esta plataforma tiene como objetivo poner en práctica la crítica del arte desde una postura de productores artísticos y pensar en estrategias propias y locales que nos permitan reflexionar sobre el arte contemporáneo y el mundo artístico actual del país. Escribir sobre arte nos permite esclarecer nuestras impresiones sobre trabajos que nos resultan interesantes y nos intrigan. El ejercicio de escribir requiere otro tipo de responsabilidad sobre lo que vemos, requiere una reflexión más profunda que nos lleva a indagar de una manera implicada sobre procesos de conceptualización y de realización. Escribir conociendo de primera mano los procesos de producción, por qué hacemos lo que hacemos, desde dónde hablamos, tanto como artistas como críticos, nos ofrece una mirada teórica que surge de la praxis. Este ejercicio posibilita un soporte para dialogar, generar tensiones y reflexionar sobre nuestra propia investigación artística.

Tuesday, May 20, 2014

Entrevista con Adrian Balseca


Por: Joshua Pazos
Abril, 2014
La obra  de Balseca captó mi atención hace algunos años, principalmente por el hecho de que algunas de sus intervenciones habían ocurrido en el barrio de La Floresta, lugar donde vivo desde niño. Nunca supe quién era o qué se dedicaba, solo me enteré de sus obras por el periódico o porque fui a muestras donde su trabajo estaba expuesto, recientemente en la Bienal de Cuenca. Tomé la oportunidad de entrevistarlo. Había escuchado rumores sobre él, sobre sus proyectos, pero tenía que cerciorarme personalmente de aquello. En lo personal, creo que cuando algo parece muy superfluo o desubicado se debe al hecho de que no se realizó un estudio de caso coherente; preguntas erróneas, falta de investigación previa, la suma de otros factores que nos llevan a conclusiones equivocadas. El primer paso para evitar este extrañamiento fue investigar sobre la obra de Balseca por medio de su dossier. Sus proyectos se centran en su mayoría, en estudiar el mundo material, cargas simbólicas relacionadas al poder de objetos locales de nuestra cotidianidad. Estos temas son de mi interés personal, posiblemente con enfoques distintos pero relacionados de igual manera con lo citadino y lo cotidiano. Como lo explica en la siguiente entrevista, su obra tiene una vena de arte comunitario  y de arte relacional. Se encarga de dar ambientes propicios para sus proyectos, habla desde un campo consiente sobre prácticas locales y con una posición política clara.

Joshua Pazos: Adrian, ¿cómo fue tu proceso de educación y partición en el arte local?
Adrian Balseca: Mi formación en las artes plásticas o artes visuales contemporáneas, por decirlo de alguna manera es autodidacta. Es una autoconstrucción, una autoformación en la que he venido educándome. Tengo un sistema de referencias que me ha servido como escuela, si se quiere. En el colegio tuve una formación artística de buen nivel con profesores interesantes como María José Icaza, Paul Vaca, Ana Carrillo, Paulo Almeida. Son una generación potente de la Universidad Central y ya en primero-segundo curso me estaban mostrando temas de muy avanzada. Desde el performance vienes hasta Basquiat y muchísimas cosas. Teníamos en el colegio una cantidad de estímulos en relación al arte que eran interesantes; sobre todo yo pude hacer un vínculo de amistad con muchos de estos profesores. Para cuando tengo 15 años participo formalmente en un salón, de la primera Bienal de Artes No Visuales, que se dio en el museo Nahim Isaías en Guayaquil. En el que participó Icazas, Gonzalo Vargas. Participé con una obra que ahora la veo con distancia. Era lanzarse para hacer una instalación, era otro tipo de apuesta.
Para el 2006 apliqué a la convocatoria del cuarto urbano Al zur-ich, que en ese momento era una convocatoria organizada por Tranvía Cero para que artistas trabajen en distintos barrios del sur de la ciudad de Quito. Era una práctica de arte comunitario, arte que vincule a la comunidad. Después de esa experiencia de "A dentro de casa" me vinculo con la organización del evento con Tranvía Cero y paso a formar parte del colectivo por un periodo corto de año y medio. La experiencia de Tranvía Cero y Al zur-ich es una primera escuela muy interesante. Desde la amistad y los afectos como que pude construir nociones sobre arte, nociones políticas, ideas sobre territorio y sobre la participación. Aun se siente en mi trabajo esa vena del arte comunitario, de arte relacional. Pero digamos que es autodidacta mi formación.

JP: ¿Qué relación has tenido con el barrio La Floresta?
AB: Pues La Floresta es un barrio que de alguna manera siempre ha estado dentro del circuito, en circulación porque es una barrio donde tengo muchos amigos.

JP: ¿Viviste ahí?
AB: No, nunca he vivido en el barrio La Floresta. Me hacen una invitación puntual a un espacio en el 2010 que se llamaba Cero Inspiración, una galería de arte;  justo a lado de La Cleta. Estaba conformado por Fabiano Cueva, Ana Fernández y María del Carmen Carrión. Lo que propuse fueron proyectos que estén pensados para la dinámica del barrio y hago unas dos intervenciones. En esto será Todo ladrón será quemado, una de las primeras puestas de una serie que se llama Toma de luz, la obra titulada Lámpara, la que está en mi dossier. Esos dos proyectos los hago pensando en el sector de La Floresta. Si bien yo creo que se podrían aplicar en otro contexto, como en otro barrio, suceden en La Floresta y se dan en esas condiciones. Poco después por llamada de Cero Inspiración, conformamos un proyecto que se llamaba Archivo Móvil con otro artista que se llama Edison Vaca. El proyecto consistía en una investigación de corte más antropológico en el barrio de La Floresta, recabando archivo fotográfico familiar. A partir de este material de encuesta, fotos familiares que dan cuenta sobre el barrio, comencé a indagar sobre procesos del barrio actualmente. Mi relación con el barrio cuando monto Archivo Móvil ya es mucho más cercana, es un trabajo de investigación serio y hacemos unas intervenciones con la venta de las tripas en la Vicentina, la organización Santa Marianita y con la Iglesia del barrio. Invitamos algunos artistas de España y Colombia para hacer proyectos de intervención en La Floresta. Se crean muchos vínculos, estos vínculos de afectividad son como amigos cercanos y otra relación con La Floresta se da puntualmente por Cero Inspiración como esta institución cultural que está en el barrio.

JP: ¿De qué manera la vida de barrio ha influenciado en tus proyectos?
AB: Yo creo que hay más que la vida de barrio, es la cotidianidad. Creo que eso es lo que se está haciendo interesante de mi trabajo, el cotidiano. Yo soy una persona, que por ejemplo camino bastante por la ciudad. Me la recorro a pie y creo que es una primera manera de relacionarse a los barrios. La ciudad desde el cuerpo, desde los flujos, desde la movilidad que cambia la forma de entender la ciudad y tu práctica. Entonces yo soy una persona que, como te digo, camino de aquí a la Universidad Católica a pie y voy hasta el CAC (Centro de Arte Contemporáneo). Trato de usar el transporte público, a pie o en taxi. En esa relación del barrio creo que hay mucho de la cotidianidad. Mi vida de barrio ha sido vivir en Los Laureles pero siempre he estado moviéndome. Me hace muy nómada y me  he encontrado en lo que es el híper-centro de Quito, que es esta zona en la que nos encontramos. Así como vida de barrio, no sé si la he experimentado al cien por ciento pero sí entender el espacio de la ciudad y el cotidiano. ¿Qué se yo? Las ventas ambulantes, las prácticas del carrito de hotdog robándose luz, el robo de alcantarillado, la venta de puestos de comida que se relaciona con el trabajo Huecas.

JP: Con este tema que topas, ¿de qué manera eliges estos objetos emblemáticos?
AB: Hay muchas veces como un cuerpo de investigación, un interés un estudio determinado de un tema que dispara un montón de posibilidades. Por ejemplo, si un tiempo me llamaba la atención el robo de energía eléctrica en los barrios periféricos de la ciudad o de los puestos de comida, esto me llevo a pensar en la toma de luz en grande, en macro. Entonces se desbordó en una cosa de la energía eléctrica, el poder, la economía y el capital. Pasa de ser un interés a ser ya una investigación seria sobre un tema; de investigar sobre la energía eléctrica, el uso político y el poder, el Capitalismo a como está la distribución de energía en el país. Comienza como cosas vanas, como una lámpara aniñada que sirve con luz pirata, las que te pueden llevar a procesos de la Modernidad, la ciudad luz: Francia, La Ilustración, los iluminados y a Quito luz de América. Está la estructura de la Torre Eiffel como control, un farol y los cuerpos de investigación se desbordan. Creo que la pregunta sobre el caso concreto que estamos hablando de esta serie trata sobre el tema de la energía eléctrica como poder político. Veo a la luz como punta de lanza de la Modernidad. Son intereses de lo cotidiano, pero como te digo me llevan a temas de investigación.

JP: ¿Cuál es la carga política y social que buscas en estos objetos?
AB: Más que una búsqueda te vas dando cuenta. Vas encontrando elementos que incorporas. Finalmente mucho de mi trabajo tiene una vena de arte conceptual y en ese sentido el hilar, el armar, el construir un discurso alrededor de los objetos o de la historicidad de los objetos se va dando en estos cuerpos de investigación que te he comentado. Hay una temática social, una forma de entender los recursos energéticos, el Capitalismo, el materialismo dialéctico. A ratos tengo muy cruzada una lectura de alguna manera marxista sobre el materialismo dialéctico en los objetos y cómo puedo entenderlos a través de prácticas sociales. El café que estas tomando; para mí puede tener un valor sobre el trabajo obrero de explotación en Colombia. ¿Quién es el personaje? ¿Quién es Juan Valdez? Un objeto te puede llevar a la construcción de otro. Creo que todos los objetos están cargados de historia y tienen su lugar social. El diseño industrial que está detrás, la manufactura del objeto, muchas veces en mis proyectos intento develar desde un corte documental la relación de ese objeto con su construcción. Puedes ver a los obreros haciendo la campana; me gusta mucho evidenciar el proceso de construcción de ese objeto.

JP: ¿De qué manera la realidad nacional en el arte se sincroniza con tu trabajo?
AB: Yo creo que es importante tener clarísimo el lugar de anunciación en el arte sobre territorio y tener nociones de territorio. No creo en un arte genérico y tampoco creo en un arte global. Existe, por supuesto que existe y lo hay. Es decir un arte híper higiénico y materializado como si hubieras sacado de un gestor. Es un arte que está en todas las ferias, que seguramente se va a vender, que abres un libro de arte y es lo mismo. Es un arte que de alguna manera, me parece que tal vez es un poco ingenuo, pero le funge mucho al Capitalismo y de la economía del mercado del arte. Entonces en ese sentido, hay una contraparte que es hablar de nociones de territorio. Es decir, yo Adrian Balseca como clase media, blanco-mestizo; tener muy clara la noción de clase y reconocerse como ecuatoriano y desde esa lectura decir "aquí vivo". Lo que intento contar desde mi arte es que yo vivo acá y no creo que es una lectura tan sesgada. Obviamente una cosa muy folklorista y localista, hay un tema al inicio de mi obra que tiene al Municipio de Quito. Hay obras que hablan en un gran inicio de mi trabajo sobre el municipio de Quito, los afiches municipales, las multas municipales, el mobiliario urbano, los displays de Paco Moncayo y de alguna manera sí eran temas muy locales pero que fueron desbordados en intereses más amplios. Como te digo, podrían darse en cualquier otra ciudad por lo menos latinoamericana. Yo sí creo que hay una importancia en hablar de territorio, de anunciarse como ecuatoriano pero sin necesidad de explotar eso, no soy la Rocola Bacalao. Hay que topar un tema de estado-nación desde una postura crítica pero yo creo que los enunciados sobre territorio son valiosos en el arte porque si no estamos haciendo un arte genérico.
Ahí no sé. La obra más nacionalista es el del Andino, por ejemplo. La gente lo tiene como el primer auto ecuatoriano, pero en realidad ya en el cuerpo de investigación me fui dando cuenta de ciertas cosas: primero el auto fue ensamblado acá, segundo fue un proyecto de General Motors en el este de Asia y Sudamérica, tercero, el motor no es ecuatoriano sino alemán y luego inglés.  Este auto, con nombre como local "Andino", que la gente lo identifique, lo significó como nacional-ecuatoriano y del periodo de la dictadura militar. Esto te lleva a entender la historia de Latinoamérica. Es la historia de otras latinoamericas con dictaduras, es la historia de otra Latinoamérica con otros autos. En Paraguay se llamaba "Mitaí", en Nicaragua se llamaba "Amigo", no es una historia ajena. Me parece que con estos procesos te diriges a entender la historia del Ecuador pero para hablar en un discurso que por lo menos yo creo que permea el espectro latinoamericano. Son obras que pueden funcionar en otro territorios.

JP: ¿Cuál es la relación con el trabajo comunitario y tus proyectos?
AB: En un inicio de mi práctica, la obra está mucho más influenciada y más sentida de todo el trabajo que hice con Tranvía Cero y Al zur-ich, que se nutre con ese cuerpo. Los diferentes proyectos tienen que ver con  arte comunitario, con arte relacional si se quiere, vincular colectivos grafíticos la comunidad hip-hop, ámbitos sociales y colaboración. Yo abandono la noción del autor, yo no soy grafitero, yo no pinto los tanques de gas sino que simplemente doy las condiciones. Soy una especie de mediador de prácticas y del proyecto. En un inicio tiene más una línea de arte comunitario-relacional-colaborativo, y después ya son proyectos mucho mas autorales pero que, de alguna manera, está presente el "yo soy autor". Soy un tipo que hago, construyo algo. No tengo una materialidad, no soy un constructor de obras. Siempre tengo pedazos de ready mades, cosas ya construidas. A veces tengo objetos que construyo con artesanos, a veces son focos que rompo y coloco. Como que el tema de la manufactura en el arte ya no me preocupa tanto y en ese sentido es conceptual. Hoy por hoy hay un vínculo con gente detrás, gente empujando el andino. Entonces sí tiene esa vena de arte colaborativo pero ya no es arte comunitario, son proyectos de acciones, grabaciones y no son proyectos sostenidos en la comunidad, en el tiempo. Me parece que en algún punto yo me di cuenta que el que arte comunitario-relacional, es un arte que requiere mucho tiempo, mucha dedicación y tienes que jugártela mucho. En mi exploración como artista comienzo con un arte que no me cerraba del todo, que me generaba muchísimas dudas sobre justamente quien es el artista, la comunidad, que si yo capitalizo de ella; eran debates que hasta ahora no están cerrados en la historia del arte comunitario. Entonces el arte relacional es mucho más fresco. Pedirle a un señor que te eche una mano para colgar un foco, es un arte que no tiene una compenetración social tan sostenida ni tan poderosa. Yo respeto mucho los trabajos de mis amigos de Tranvía Cero pero en un punto de mi práctica me llevó a concretar, como en el trabajo del Andino que está nutrido de eso, pero ya no es una búsqueda primordial.  

JP: ¿Cuáles han sido tus referentes que han aportado en tus proyectos?
AB: La primera capa de referencias es el cotidiano, la vida diaría, es el día a día; para mí, arte y vida han estado muy vinculados. En nivel de artistas locales hay algunos que me parecen importantes en mi trabajo. Pablo Barriga: me parece un artista increíble, ecuatoriano que es poco conocido con escaso registro de su trabajo pero para mí es clave para entender el arte conceptual en el Ecuador. Me gusta mucho lo de Mauricio Bueno y tuve la oportunidad de pedirle una de sus obras y tener un vínculo. Mauricio es un artista que tiene mucha influencia, si bien él tiene una línea de arte y tecnología me parece que es de los que tiene en algunas de sus piezas mucha ironía, mucho juego también. Arte Factoría en Guayaquil, un colectivo de los 90s súper potente, con una obra en espacio público muy interesante y con un sentido del humor muy grande que me parece bien sano para los tiempos en los que ellos producían. Esos son los referentes nacionales que creo yo que tengo mucho vínculo. Y sin lugar, los panas de Tranvía Cero, Al Zúrich. Hay gente como el Colectivo del Depósito, Omar Puebla, que son referentes locales que siempre han estado como que muy activos. La obra del mismo Jaime Sánchez siempre me llamó la atención. La obra de Edison "Chucky" Vaca me parece interesante; como que esa generación de la Central me parece muy poderosa. De alguna manera fueron mis profesores.
De referentes exteriores me gusta mucho el arte latinoamericano, es con lo que yo me conecto más. Creo que es una gran influencia, la obra de Damián Ortega, me gusta mucho el trabajo de Gabriel Orozco. El trabajo de Hélio Oticica, Cildo Meireles. Me parece divertida la obra, de esos libros que tengo de Francis Allys, pero en general me gustan mucho los proyectos que se desarrollan en Latinoamérica, creo que las influencias van por ahí. Pero creo que la primera fuente que uno debe tener es el cotidiano, la vida diaria.

JP: ¿Cómo fue el proceso de Todo ladrón será quemado? ¿Dónde fuiste? ¿Cómo se hizo la campana y ese tipo de detalles?
AB: El proyecto de Todo ladrón será quemado nace de ir registrando en barrios de clase media en Quito, letreros que tenían una amenaza puntual que era "todo ladrón será quemado" o "ladrón cogido, ladrón quemado". De alguna manera era interesante porque ya no era esta práctica rural. Tengo un archivo de fotos de ese tipo y me llamaban la atención estos letreros y era un tiempo en el que estaba presente el ajusticiamiento indígena todavía. Siempre estaba el robo, el hurto y era castigado por medio de quema de gente. El pueblo les ortigaba, finalmente rociaban gasolina y los prendían. Esta práctica era relacionada al campo, a la zona rural y de repente veo estos letreros en espacios urbanos. Veo esto en baños y tengo una serie de letreros en espacios más clase media quiteña; letreros en mármol, tallados, en el barrio de Bellavista, en la misma Floresta. Por ahí sale la frase. "Todo ladrón será quemado" era como una ley, verla en este mármol tallado era como ver esta frase en una tabla periódica-bíblica del castigo. Coincide que me hacen esta invitación a trabajar en el barrio en Cero Inspiración, en la galería. En ese momento esas obras trataban de poner en diálogo y en discusión un tema de lo público y lo privado. Entendí cómo hacer una posición en un espacio prohibido en su medida en contraste con una activación en un espacio público. Quería trabajar con materias públicas de luz-alcantarillado, que viene al igual de los servicios públicos y básicos como el gas.
Lo que hice fue ir a las 10am con un amigo, con herramientas en las mochilas, sacar un serrucho y ver que había una cadena. ¡Gran impresión! Las tapas de alcantarillado tienen cadena y nada, agarrar una "handy-cam" e ir filmando y comenzar a serruchar, sacar la tapa. Lo que devela el video es el lugar posible y que a veces tiene el arte, posiblemente tenga otra relación social. Es como si tuviese un lugar privilegiado, porque si lo hacia cualquier otra persona con una tapa de alcantarilla, ese rato le caía todo el barrio a golpearle, le denunciaban o venía la policía. De alguna manera ese documento fílmico da mucha cuenta de la relación de tener una cámara de video, clase social, del hecho de robar una tapa de alcantarilla a las 10 de la mañana y que nadie te diga nada. Luego comienza un trabajo en la que yo llevo esa tapa a las afueras de la ciudad, para Conocoto. Doy con un taller en Conocoto que se llama Funciones Ecuador, en ese taller se comisionó la construcción de una especie de alarma; como una campana, una especie de alarma comunitaria pero que la gente no la pueda tocar porque va a estar en un espacio privado, la galería. Poner esta frase "todo ladrón será quemado" a esta alarma ciudadana con la tapa de alcantarillado robada era irónico porque es una práctica común. Se roban tapas de alcantarillado, hay una economía y mercado de venta de esas tapas por su peso, función y por metal. Intentaron robarse en ese tiempo la campana de la embajada de Japón que está en el Parque La Carolina. Pusieron costales con hojas de choclo, la cortaron y botaron a esa campana y era para fundirla. Recién se robaron una escultura de un niño con una manguera frente al mismo parque. Todo el tiempo yo veo en Quito una economía o práctica delictiva vinculada a la fundición de materiales públicos; es como un reciclaje pero ilegal con el cual muchas veces puedes borrar una memoria de lo que constituye una escultura en espacio público. Recuerdo toda la vida la gente intentando vandalizar el busto de Cristóbal Colon en la Av. América. La golpeaban, le lanzaban pintura al igual que a la escultura de Isabel la Católica. La gente quería serrucharla, al menos a estos símbolos coloniales. Se nutre de esa práctica delictiva de las tapas de alcantarilla, que era lo más burdo de toda esa práctica. Ya no era el monumento, ya no era Colón sino la tapa de alcantarilla común y corriente.
Al llegar a este taller, le pedí al señor que me dejara filmar el proceso. El señor aceptó, pero me pidió que regrese la próxima semana, por la cantidad de trabajo que tenía. El tipo tenía una virgen con alas de oro, collares y cadenas posiblemente robados de iglesias. Me pareció interesante, que él cómo artesano y como fábrica, no tenía ninguna reparo ni ético ni moral sobre el tema de las materias robadas. "Trabajo es trabajo y yo lo fundo", el hombre estaba próximo a fundir posiblemente una virgen que estaba elaborada con oro de 1800s, así que la tapa de alcantarilla era un encargo fácil. Fui la siguiente semana con la tapa y comenzamos con todo el proceso. Hubo un primer momento en la que trabajo con un artesano que hace el borde. Era un artesano que se dedica hacer moldes de madera para construir moldes de arena con el que se hace la fundición. Hacáa piezas de Suzuki, de autos, piezas mecánicas para aviones, entonces él hace los moldes en forma de macho y hembra, lo construye en madera. Un tipo muy brillante. Este señor nunca había construido una campana, en el video, el señor nos cuenta esto y se registra la elaboración. Después del molde de madera se hace el molde de arena negra rígida, se construye una caja y queda el espacio vacío ya para que sea vertido el líquido, la magma de hierro. Después pasa el momento en el que está el mecánico, se rompe la tapa de alcantarilla para hacer las distintas piezas. Se la parte con un combo y se comienzan a colocar todos estos pedazos dentro del crisol. Se lo calienta a más de 1700 grados, era un infierno eso. Todos estos materiales se funden, se hace una colada, se vierte y se da la forma de la campana con la frase que el tipo la talla que dice "todo ladrón será quemado". Me gustaba mucho mostrarla con arena; tosca, recién salida de su quema, muy tosco su acabado pero me interesaba la historia de este objeto. En el documental, si bien era mucho más tradicional con una narrativa mucho más formal, me parecía que era bonito rendir tributo a estos oficios y prácticas artesanales mecanizadas. Nadie ahí usaba máscaras para la emisión de gases del hierro. No había más de un juego de guantes, era como mostrar estas economías que hay a partir de estas prácticas del robo. Así fue un poco ese proyecto y de alguna manera estaba la tapa robada. Puse una equis de madera para que la gente no cayera.
La gente, el día de la inauguración ya había denunciado en el periódico, en el Comercio. Ese mismo día fueron  los municipales a poner la tapa de alcantarillado. Estaba esta alarma ciudadana dentro del espacio privado. Como te digo el documental es más pedagógico, tradicional y explica el proceso. Los chicos del colegio Benigno Malo en la Bienal de Cuenca 12  veían la obra y la profesora me decía: "¿Pero usted  recicla, usted hace eso porque esta tapa ya estaba dañada, ya estaba vieja?". Como que había que dar una cierta ética moral a eso pero era interesante cómo dentro del colegio tenáa esta frase muy bíblica. "Haces mal el deber y reglazo", entonces me pareció muy bonito que los curadores la hayan puesto en ese colegio porque de alguna manera te hablaba de la práctica, la cúpula, la campana, la madera, como que se articulaba bien en el espacio para armar este sentido sobre la educación, sobre la moral y la ética del robo.

JP: ¿De qué manera se realizó la obra de "Medio camino"?
AB: Siempre me nació trabajar con un Andino, en la Floresta había un Andino hermoso y el Manuel Kingman me echa una mano y me hace unas fotos del carro. Me pasó el banco de fotos y comencé con ilustraciones. Una serie de dibujos, los que se publican en la Revista Iconos en FLACSO. Siempre me moría de ganas de hacer algo con el Andino, entonces se selecciona esta pieza de funciones de la campana para la Bienal de Cuenca y me invitan para la construcción de otra pieza. Me proponen que mande algo y acepté. Comienzo a pensar sobre qué haré con el auto. Con ayuda de una serie de workshops con amigos, nos sentamos a conversar con una pizza, cerveza y comenzamos a dialogar. Cada quien va lanzando ideas sobre eso. Entre esas salió la idea de hacer un recorrido a Cuenca teniendo un stament político sobre el no uso de la gasolina. Dentro del marco de la Bienal de "Ir para volver", era regresar al pasado con este símbolo de la dictadura militar, del boom petrolero ecuatoriano y reconectarlo con el paisaje contemporáneo. Entrando a la vez en el tema recientemente sobre el estado-nación con la nueva matriz productiva, la explotación del Yasuní; son agendas en las que me parece que hay vínculos y símbolos. El año pasado se lanzó el Pegaso, el primer satélite ecuatoriano; el Andino, me parece que es lo mismo que el Pegaso. Este símbolo de nuestro primer satélite, nuestra la conquista del espacio totalmente tardía pero que finalmente es un satélite que fue hecho en China. El Andino pudo haber sido nuestro primer emblema de la construcción de un motor pero finalmente es un proyecto de la General Motors. Lo que se constituye como símbolo patrio son cosas que le interesa al Estado, para dar una posición política.
Al mandarme este stament del no uso de gasolina me metí en un gran problema. En seis días de viaje estoy con un carro que me toca empujar. Nos metemos en una situación que voy filmando con un sentido muy político, el comentario sobre el paisaje, sobre la intervención del progreso y cómo se siente el progreso inacabado. Pasas por estos pueblos que hay alrededor de la carretera, todas estas economías, gasolineras abandonadas, franquicias de Petrocomercial, talleres mecánicos. Se puede entender el tema que nos suena tan lejano sobre la explotación, del desarrollo, del oleoducto; temas tan refundidos en la Amazonia y en el suelo. Visita cualquier gasolinera y ve el piso, ándate a cualquier parte de la carretera y ves lo que es el desarrollo, la economía es esta y esto es así. Es la montaña cortada, las carreteras de Correa. Comienzas a topar agendas políticas actuales en el contexto actual del gobierno. Me pareció este acto tan noble de llevarle al auto, sin gasolina hasta Cuenca, que va develando cómo funciona el dinero en el arte y en la cultura. Es un proyecto que es financiado por la Bienal de Cuenca.  Tiene un primer motor y el primer empujón lo da esta comisión. Es un dinero que trae a la vida a este carro, pero en una sección zombie y lo empuja hasta Cuenca para estar fuera de un museo, para ser finalmente una obra de arte. Me parecía gracioso y el último lugar donde llegaría el auto; el Museo de Arte Moderno, esta institución-arte, la casa de la Bienal de Cuenca y es el espacio de la Modernidad. Este auto oxidado es el proyecto de la Modernidad, sus museos e instituciones han pagado para que llegue a ustedes. Ahí esta parqueado afuera. Como que va por ahí la idea que intenta conectar de alguna manera la memoria social sobre un ícono casi invisible y perdido porque es difícil de encontrarlo.
Son obras que no están acabadas, las veo como “work in progress”. Muchas veces al tener una obra redonda te hace eso, hace una obra potente, no tienes por donde entrarle ni por donde fregarle, es perfecta. Pero a mí me gusta un poco que quede un espacio inacabado, un punto de fuga, un punto de quiebre. Uno construye algo y no sabe para donde lo va a  llevar todavía. El auto está por resolverse, tengo que ver si se lo dejo a la Bienal. ¿Qué pasará con el auto estos tres meses? ¿Lo robarán? Hay un oferta, por ejemplo, que se vaya a una colección a Estados Unidos. Posiblemente se lo lleven en un conteiner hasta Guayaquil o Manta y de ahí lo manden en un barco con destino a Estados Unidos; como si se tratase de un tanque de petróleo. De alguna manera quiero documentar eso. Yo le llamo "Medio camino" por tres momentos: uno es porque el slogan era "Andino el auto divino", la gente se apropiaba de ese slogan y como le veía muy tosco aunque el auto era increíble decía "Andino el auto divino que te deja a medio camino". Ponían en duda el rendimiento del auto. En realidad, el auto es muy bueno, lo compré 37 años después y sigue funcionando. Esto del "Medio camino" es también porque el auto estará abandonado pero adicionalmente es esta promesa de que ya llegará el Progreso. Era como un proceso que se quedó frustrado en el Ecuador, se quedó a medio camino. Como te digo, es un proyecto que está inconcluso, llegó hasta Cuenca  pero se desconoce el destino final del auto. No sé.

JP: ¿Dónde crees que el arte actual localmente desemboque? ¿Qué intuyes que vaya a pasar en el Ecuador?
AB: Yo creo que hay muchas mejores condiciones. Para mí está muy vinculada la producción cultural a los momentos de la economía. En el tiempo de la dictadura maoísta, estaba prohibido escribir, prohibido publicar, quema de libros y tal. Es el momento  más interesante en China donde se produce literatura. En ese sentido, me parece que las condiciones económicas o sociales que articulan a un país van moldeando la producción local. Ahora vivimos un momento en el que por primera vez hay un Ministerio de Cultura, el paraguas o aparato social que vendría a salvarnos y cubrir nuestras necesidades como artistas aunque es completamente inaparente. Hay como todo este movimiento cultural de la apropiación a los símbolos patrios. Pero si podrían reconstruirle la piel digitalmente a Eloy Alfaro lo van hacer. Es como que todo este “aproach” histórico de volver a traer los símbolos del pasado, de poner el tema del quichua como el principal, estamos de repente como en una marea de simbolismos, dentro de un momento cultural muy brutal. De nuevo, es interesante saber que el Ministerio de Cultura es una estructura que nace en la Alemania Nazi. Ellos son los primeros que valoran la cultura en la gente, el poder de lo simbólico, del águila, de los íconos romanos. Yo veo que cuando se crea el Ministerio de Cultura acá es también sobre este control, sobre lo que la gente entiende como identidad, este discurso de los pueblos. Todas estas cosas que se han dado me parecen peligrosas en este momento. Vivimos en un momento económico en el cual hay una gran inyección de dinero del Estado, se vive un momento económico importante. ¿Qué tan falso sea y cuánto dure? No tengo ni idea, pero existen esas condiciones que han posibilitando un montón de cosas a nivel del arte local; programas de residencia para artistas, economías para galerías independientes, ferias de artistas, plataformas que tienen financiamiento para operar. No todas estas oportunidades dadas por el Estado, pero hay un fervor interesante en el arte.
 ¿A que apunta? Pues no sé, por ejemplo la Bienal. Fue muy potente, bien organizada, con una proyección  hacia afuera, recordemos que somos un país en dólares entonces somos atractivos. Yo creo que hay una expectativa del arte en el Ecuador; que Ecuador es el próximo Colombia, que está por una escena artística por explotar. Pero nunca se sabe. Están muy ligados a la economía, a los intereses, al poder. El arte y el poder están ahí de la mano y si es que un día le eres servil e interesante al poder y a la economía, entras y funcionas. Si otro día no hay las condiciones económicas, dejas de funcionar. Hay que tener mucha distancia para ver los acontecimientos. Creo que hay una generación interesante, me da muchísima pena de generaciones de los 90s que no han tenido la visibilización. Hay grandes vacíos, grandes baches en la historia y memoria del arte local que pasan factura. Hay muchos jóvenes que desconocen sobre la memoria del arte local, pero tampoco hay donde consultarlo. ¿Cómo te va a interesar algo que no tiene registro? Creo que hay un gran deber en el artista local joven en comenzar a producir pensamiento y obra; entiéndase investigaciones, tesis, todo lo que pueda ser pensamiento que de alguna manera asiente unos pilares para construir esta memoria de lo que ha pasado en nuestro arte local y cultura. Si seguimos produciendo desde cero, que somos los pioneros, el primer festival, el primer artista que hizo algo; estamos arruinados porque eso pronto se va a caer. Lo primero es poner  unas bases sólidas y creo que ese es un deber del artista local.




El ensamblaje

Entrevista a Alex Schlenker
Quito, 25 de abril de 2014
Por Miguel Ángel Murgueytio






“Si me preguntan cómo me defino, soy un experimentador visual”. 

Alex Schlenker considera que su vida ha sido muy difícil y que esta dificultad está reflejada en su obra.  A muy temprana edad, cuando tenía doce años se traslada de Alemania a Austria y de Austria a Colombia, tierra donde nació su madre, una serie de movimientos que le permiten llegar al Ecuador, lugar que para él se tornaba muy complicado, primero lingüísticamente debido a su poco conocimiento del español y segundo porque estas mudanzas implicaban la pérdida de amistades, nuevo colegio y nuevas costumbres, situaciones que no permitían una estabilidad en él. 

Por mi parte tenía conocimiento de su trayectoria en la fotografía pero no sabía a ciencia cierta cómo y cuándo surge su interés por las artes visuales, él me comentó que llegó al arte por un complejo entramado, es parte de una generación de fotógrafos, su abuelo, su padre y su madre personas muy cercanas que practicaban la fotografía dentro y fuera de casa.  Posteriormente, en el colegio existieron varias circunstancias que le fueron marcando, estudió un curso de fotografía y aparte estudió con un compañero austriaco, a quién su padre que era cineasta, les regalaba retazos de cinta que sobraba en el magazine para que puedan filmar fragmentos de película.  Alex nos dice que aparte de ser su primer acercamiento al cine, tuvo gran aprendizaje en literatura, esta familia tenía una gran biblioteca de igual manera que en casa de sus padres.  Además de la fotografía, el cine y la literatura, este personaje tiene un largo recorrido por diferentes campos como la matemática, la química, la filosofía, la arqueología, la historia, el deporte, etc., en fin una variedad de materias que le permitieron obtener una formación sólida.  Es en ese momento cuando decide estudiar artes visuales vinculadas al cine y queda enamorado de la metodología de aprendizaje de la Escuela de la Bauhaus. 

Desde esa línea puedo entender que su producción artística proviene de la experimentación, él me lo afirmó, habla sobre el juego lúdico, recortar, pegar, instalar o hacer un collage, muy semejantes a la edición de video y el cine, que si los pudiera definir en una sola palabra sería “el ensamblaje”.  Alex trabaja desde lo espontáneo y no desde la razón, parte del interés por algo, acude a esos lugares y suceden cosas que le permiten generar material, le interesa la luz, el movimiento y el registro.  La mayoría de veces no sabe lo que va a ocurrir, pero es esa incertidumbre la que mueve su producción artística.  Si él dividiera su proceso en etapas, primero estaría las estrategias como examinación de caminos y posibilidades más que el resultado en sí, luego estaría este amplio interés por el tiempo, trasladarse en el pasado o jugar con la velocidad, finalmente, hace unos cinco o seis años se atreve a trabajar un proceso autobiográfico, empieza a mirarse.

Estos procesos le llevan al archivo, un fuerte interés por trasladar lo pasado al presente, pero ¿por qué razón hacerlo? Schlenker respondió que ha podido darse cuenta que esa reflexión sobre el tiempo tiene que ver con una mirada fija hacia el pasado, le permite volver, mirar o tal vez hacer una relación con el mismo temor a la muerte que le llevan a esta necesidad de guardar, archivar y preservar.  El pasado es uno de sus materiales preferidos, pero conociendo que el archivo es amplio y desbordante, Alex responde a esta incertidumbre refiriendo su trabajo como generador de sus propios archivos, recorre los mercados de pulgas en diferentes ciudades para comprar fotografías viejas o desde las posibilidades del Internet que le ha permitido reutilizar material para contar historias.  La memoria, el pasado, el tiempo como procesos de reconocimiento biográfico, ¿qué podemos rescatar de las historias mínimas?  Alex nos dice que en su propia biografía tiene encuentros memorables que han sido efímeros, personas con quien entabló una larga conversación y que de alguna manera le marcaron en su vida, cosas pequeñas, circunstanciales y momentáneas que provocan una sensibilidad en el artista sabiendo que nadie más las pudo ver, muchas de ellas decide contarlas y otras simplemente dejarlas en la experiencia.  Estas decisiones provocan un cuestionamiento en él sobre ¿qué tanto debemos contar y a quién?, invocando una última pregunta, ¿Todo este proceso artístico es dirigido a alguna colectividad? ¿Piensa en algún público? Schlenker contestó, que su proceso es experimental, es muy feliz haciendo sus cosas, produce todos los días y el 99% de sus obras no salen de su taller, no busca ser pretencioso sino que se mantiene en el anonimato como una sombra que lo define.